Mi firma es una ese mareada. Una ese de
carretera de alta montaña.
La ese de mis dos apellidos refleja lo que soy y de dónde vengo. El garabato que la ronda y subraya supongo, es obra de mi inconsciente. O todo lo contrario, desvela la manera consciente en la que decido cómo vivirla. La ese, lo que soy: pa’llá, pa’cá.
La ese de mis dos apellidos refleja lo que soy y de dónde vengo. El garabato que la ronda y subraya supongo, es obra de mi inconsciente. O todo lo contrario, desvela la manera consciente en la que decido cómo vivirla. La ese, lo que soy: pa’llá, pa’cá.
Y finaliza-mi firma- con un punto.
¡Y
ese punto consta hoy en un contrato laboral! Estoque, pero no puntilla, porque no será el
último, lo aseguro. Punto que sella mi
firma aquí y me asegura un futuro
inmediato, apartando piedras. Un punto
enanito, enanito…
Enanito, como el que siempre llega
trocando lo sucio en oro, como el de la canción que adjunto. Ese que nunca me abandona… Creo que vela por mí, siempre
acompaña de la mano a mi araña. Ella tejiendo y él reparando. Brilla tanto que
a veces incluso lo confunden con una estrella. No señala
el norte… pero sí el porvenir.
Así que aplaudo. El pato, la araña, el
enanito y yo nos volcamos en un saint-honoré
para celebrarlo. Entre risas me felicitan y brindamos con fresas.